La novela del golpe, de José Ángel
Cuevas |
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Por Jorge Etcheverry
Al lector se le ocurre de inmediato el precedente de otra novela centrada en un movimiento poético, los infrarrealistas de Los detectives Salvajes (1998), de Roberto Bolaño, que aparecen bastante más ficcionalizados que los poetas del Grupo América en la novela de Cuevas. Algunos podrán decir que la del ex poeta no habría existido sin la de Bolaño, al menos en lo relativo a los poetas que hablan y merodean en sus páginas, deambular que se entreteje en el contexto nacional principalmente urbano y santiaguino pre y post golpe. El lector interesado no podrá sino reparar en que las dos agrupaciones mencionadas, la mexicana y la chilena, son prácticamente contemporáneas. Si bien el “Grupo América” no se planteó en sus inicios manifiestos ni opiniones estético poéticas, sí tuvo una clara posición en lo relativo a la circunstancia política del momento, de la relación entre el quehacer poético y cultural con la política, con las masas, como lo revela la Declaración de principios del Grupo América 1970, de la página 17 de esta novela. Algunos de los miembros de este grupo, bastante suelto y variable, tenían por así decir una “doble militancia” en la Escuela de Santiago, en que la relación poética con los infrarrealistas es más clara. Como apunta Gonzalo Millán: “un ejemplo sería el movimiento infrarrealista fundado en México por dos jóvenes poetas chilenos que ahora viven en España, Bruno Montané y Roberto Bolaño. Creo que su poesía tiene ciertas afinidades con el estilo de la Escuela de Santiago (entrevista a Jorge Etcheverry en Contemporary Poetry IV.4 (1982): 48-72) . La Escuela, agrupación poética controvertida de los sesenta, buscaba una poesía que representara a la urbe y se alimentaba de raíces vanguardistas. Recibió la condena casi unánime de los medios por una antología de poesía chilena publicada por la revista Orfeo en 1968, que fue bastante parcial. Pero la imbricación de la Escuela y el Grupo América fue innegable. “Encontré este manifiesto del Grupo América, que me pasó el Lucho V.”, dice Cabrera en la página 127. Pero el texto que sigue es un pedazo del manifiesto mío de la Escuela de santiago, que apareció en los 33 nombres claves de la actual poesía chilena, antología publicada por la revista Orfeo en 1968. Entonces, la idea de la formación de un grupo de poetas comprometidos con las luchas sociales da origen al Grupo América, y así se presenta en esta novela, de manera casual y por intervención de personajes, que como la mayoría en la novela de Cuevas, son voces que se reproducen o sujetos que se interpelan, entre una miríada de actores personajes muy rara vez descritos con mayor concreción, presencias que se nombran y que intervienen, dialogan, discuten, instaurando en la lectura la urgencia de un presente. Así, esta novela permite una ojeada a los sesenta, primeros setenta, poéticos e históricos chilenos, bastante alejada de la visión aséptica y simplificada que es la que en definitiva recogería la institución cultural, en general basada en el consenso y simplificada a lo más, por así decir, sencillo o normal. Una cosa innovadora, o quizás simplemente curiosa, es que en esta novela, los personajes reales, los protagonistas de las anécdotas literarias, bohemias o políticas, que en general creemos que son ciertas, no aparecen enmascarados por nombres ficticios, como ocurre en las novelas en clave e históricas, aunque el nombre real de los protagonistas novelescos pueda ser corriente en la narrativa histórica y testimonial, como por ejemplo en Ampuero, pero en el caso de la ficción en general son las figuras históricas o famosas las que se novelan o las que intervienen. ¿Es quizás parodia, en este caso, lo que hace aparecer a estos poetas en general marginales y a otras figuras de la época y de esos círculos con su nombre y apellido reales? Dado el carácter un poco juguetón, podríamos decir, de esta novela, puede que Cuevas esté parodiando incluso al testimonio, pero como decimos sin acidez, sino rescatando aspectos de esa multifacética experiencia de un ambiente o grupo específico, esforzándose en mostrar la imbricación de este microcosmos en la situación de ese entonces. Se puede decir que esta novela sigue muy de cerca, o es otra versión, de la poesía de Cuevas, que trabaja sobre la cotidianidad urbana, sus actores y modos de expresión, y el ambiente discursivo, textual y documental del contexto histórico. Es así una novela en clave, que funciona en dos niveles, uno para lector común, que se entregará a la lectura de esta prosa ágil y captará la vividura (como decía Unamuno) de este estado de cosas. La otra es una lectura en clave para los muchos involucrados, para quienes el reconocerse ellos, sus coetáneos y en general los hechos en que tomaron parte agregará otra dimensión a la lectura. Aquí el texto parpadea en lugares, nombres, sucesos, muchos de ellos trágicos, otros divertidos o superficiales, que solo podrán realizarse plenamente para quienes hayan de alguna manera participado o vivido ese tiempo y ese lugar. Reconozco por lo tanto que esta lectura en mi caso no podía sino ser sobredimensionada.
Pero ese mundo sigue vigente, se resiste al cambio aparente, a la
poda, a la transformación y el olvido. Los protagonistas de ambos
bandos, con varias décadas de más, se pasean por las mismas calles.
Los problemas que originaron el gobierno de Allende y el golpe siguen
vigentes. El periplo del rescate de los textos y memorias del Grupo
América, una hebra de este entramado, es una faceta más del intento
del registro histórico de las circunstancias del golpe, de su plasmación
de la sociedad actual chilena. La novela del golpe. El libro que
no se cierra
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