Deseos
Esperar la voz que ha de nombrarme
como lo hace el árbol con la savia
y abandone luego el poderío amargo
de sofocar lo vivo cuando llegue la mañana
y alguien dé su espalda en vez de abrazo.
No me abandone el anhelo de acariciar
a un rostro de paz bajo las horas
para dejar más clara la extrañeza;
que, sin vacilar, alguien pueda decir
de mi que soy un hombre y en el paisaje
aprenda a ver lenguas de eternidad;
sea agrio el limón y más dulce la mora,
ningún sabor levante de mí un lamento,
ni siquiera tu nombre doblegado en la noche.
Una calle mantenga los regresos o la luna
y alguien en ella acepte esperarme
y ponga yo a descansar todas las penas.
Que el más largo camino no se abrevie
y el cielo lo acompañe hasta perderse
para cuando los árboles del patio
consagren otra vez su primavera,
y alguien se asome y espere junto a mi
aquella voz para cruzar la noche.
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