Extraña aventura de Juan Perez |
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artificios literarios, como el mejor y más alto andamio que sujeta
la escritura nacional de Chile.
TENIA SOLO 19 AÑOS mal cumplidos cuando escenificó su primera obra teatral --''El Rancho''--, y la solemnidad burguesa comenzó a mirar con creciente asombro al carpintero que conquistaba su jerarquía de escritor. Después vinieron ''El Inquilino'', ''La Canción Rota'', ''El Vino Triste'', ''Chañarcillo'' y los otros nombres que jalonan su larga andanza de novelista, dramaturgo, folklórogo y periodista. Durante años, el ''maestro'' Acevedo exprimió su propio sudor en lo que ha escrito, convirtiendo la sangre en espíritu, lo mismo que Cristo. De ahí que nos haya dolido tanto la extraña aventura que lo hizo vivir como Juan Pérez la torpeza policial, enviándolo desde la Comisaria hasta la Cárcel. El corazón se me empenachó de rabia, cuando lo supe, en Cartagena. Me acostumbré a querer al ''maestro'' Acevedo desde que lo conocí, en ese pintoresco boliche del ''Hércules'', por Bandera, donde el Ratón Agudo --que se llamaba Fuentes--, había fundado un cenáculo en torno a Neruda, al chupe de guatitas que saboreaba Roco del Campo y al ingenioso vino que bebía Alberto Rojas Jiménez. Allí chispeaban los ojos de Mariano Latorre, escandalizaba la risa de bucólicos sochantres de Alberto Ried y Julio Ortiz de Zárate, y yo me quedaba contemplando a la Huasa como un cordero que pide los deguellos. Fue allí donde me presentaron a Acevedo Hernández, la tarde en que acababa de recibir un premio. Cinco mil pesos habían llenado sus bolsillos, vaciándolos de inmediato. Camino hacia su casa, pensando en la traducción de agrados que tendrían los billetes, vio en las vitrinas de la Casa Germain un jarrón de transparente porcelana china. La etiqueta lo ufanaba como a un Ming de la Tercera Dinastía. Valía cinco mil pesos. El ''maestro'' Acevedo lo cambió por su fortuna. Pero la breve joya china tenia los destinos de la mala suerte. Un tropezón de su nuevo dueño dio con ella en el suelo, hecha pedazos. Así se fueron los cinco mil pesos. Eran los más gordos, de hace treinta años, que valían cien veces más que los de hoy. Pero el ''maestro'' Acevedo se reía, alegre como un niño con zapatos nuevos, al contar lo sucedido. Mil toneladas de seguridad le sostenían entonces los sonrientes ánimos. En cambio, ahora, pobre, viejo, enfermo, la extraña aventura policial de un tal Juan Pérez picotea ferozmente su presencia heroica que no se merecía este maltrato tan dolosamente estúpido.
(*) Texto escrito en 1964.-
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