El
último poeta nacional |
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por Jorge Etcheverry
Aunque carecen de la dimensión decididamente universal de Neruda, Guillén, en Cuba, Roque Dalton, en El Salvador y Ernesto Cardenal en Nicaragua, son figuras continentales. Se hace evidente en la obra y biografía de estos poetas—Guillén, Neruda, Dalton, Cardenal y Castillo—la asunción de un proceso que puede llamarse revolucionario y que, en el caso de Dalton, Castillo y Cardenal, se ve acompañado de una militancia armada. El compromiso se lo plantea Neruda cuando se pregunta a sí mismo y se responde, en sus memorias: “¿Puede la poesía servir a nuestros semejantes? ¿Puede acompañar las luchas de los hombres? Ya había caminado bastante por el terreno de lo irracional y de lo negativo. Debía detenerme y buscar el camino del humanismo, desterrado de la literatura contemporánea, pero enraizado profundamente a las aspiraciones del ser humano. Comencé a trabajar en mi Canto general”. El Canto no tuvo dificultad para extender su concepción mítica e histórica de América Latina más allá de Chile. Según el autor Philip Potdevin, “Sólo hay dos poemas auténticamente épicos latinoamericanos: La araucana de Alonso de Ercilla y Canto General de Neruda, Philip Potdevin (Gaceta, del diario El País de Cali,22 de septiembre de 2013), Neruda sería el poeta nacional de Chile, porque parece dar cabida a los diversos ámbitos temáticos y escriturales que lo referencian, desde lo lírico y popular de los Veinte poemas hasta lo épico del proyecto social histórico del Canto general, a la vez que elabora una ontología poética del país, como en Arte de pájaros o Las piedras de Chile. Una parte de su obra es popular y sinónimo de accesibilidad para el público en general, y hay otra que incorpora a la poesía chilena elementos del vanguardismo, patentes sobre todo en la primera Residencia en la tierra. Entonces, reproduce una oposición paradigmática quizás inabolible, en Latinoamérica y Chile: el conflicto campo ciudad, es decir lo popular, accesible, boediano, frente a lo vanguardista, experimental, torremarfilineo, florideano- El poeta, concretiza de manera ejemplar y en etapas sucesivas de su producción poética, esa concepción binaria, dualista de la poesía y literatura que tienen las sociedades contemporáneas (o quizás no tanto) y que revela una base existencial y económica universal. En esta confluencia o armonización, o quizás simple convivencia, de estos opuestos nos recuerda a otro poeta nacional hispánico, Federico García Lorca, cuyo abanico temático abarca a España y cuya escritura va del romance tradicional de Romancero gitano al vanguardismo experimental del Diván de Tamarit, por ejemplo. Lorca también se adscribió a un proyecto histórico nacional de realización equitativa en lo genérico, social y religioso en momentos de una encrucijada política e internacional. Pareciera que ese componente político fuera una constante en los poetas hispánicos más emblemáticos y relevantes. Y en esta vena podríamos también mencionar al poeta argentino Juan Gelman. Así, en nuestro ámbito cultural, el compromiso con un proyecto histórico y la representación de los diversos aspectos discursivos y ontológicos del país e incluso del continente, serían los componentes más evidentes de nuestro poeta nacional. En la actualidad, Neruda no tiene heredero. Pero habría que decir que es posible ya no están dadas las condiciones para que surja un poeta que represente y encarne a un país cuya unidad misma como tal parece en entredicho. Ya lo mejor, ya no se necesitan poetas nacionales. El país parece haber recorrido una dinámica inversa respecto al proyecto que se abrió camino en la poesía de Neruda. Luego de la poesía de los sesenta y los primeros setenta del siglo pasado, la experimentación y la vanguardia abandonan a la poesía chilena, pero se reafirma la visión de los poetas más bien como portadores de grupos sociales, más acotados, que se yuxtaponen o comparten espacio con el ya tradicional “compromiso político”. La necesidad histórica y los imperativos sociales y culturales hacen que la voz poética se multiplique en poesía femenina, feminista, política, documental, testimonial, étnica, indígena, generacional, de las provincias y urbana, gay, transgenérica, del interior y el exterior, culta, poblacional, iniciática, ambientalista, etc., y sus combinaciones, instituciones y disidencias. Ya no hay sujetos unipersonales poéticos—ni creo que los haya en ninguna sociedad—que presenten una visión totalizadora “nacional”. Pero las diversas voces y discursos poéticos chilenos celebran a Neruda. Los adherentes a su proyecto histórico nacional y continental lo hacen con derecho pleno; las instituciones del país que representó como diplomático y premio Nobel, con el derecho que dan el poder y las institucionalidad; el mercado editorial como sempiterno best seller; el académico y el escritor lo saludan como un hito de la cultura chilena y humana y las comunidades chilenas del mundo como parte de su historia.
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