No
aceptes caramelos de extraños, de Andrea Jeftanovic
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Por
Aníbal Ricci
Los
cuentos de este libro reúnen voces de mujeres y hombres, de niños
y niñas, puntos de vistas excepcionales que delatan mundos distorsionados
que nos rozan en nuestra cotidianidad. Personajes solitarios
que tienen algo que contar, historias necesarias afiladas con
un lenguaje directo y de gran intensidad, donde esas psiques
se liberan ante un juez que somos nosotros, espectadores privilegiados
de mundos expuestos solo de vez en cuando. Árbol genealógico
es una vuelta de tuerca de la novela "Lolita" (1955) del ruso
Vladimir Nabokov. El punto de vista es fundacional pese a la
referencia: una niña impúber es la que acosa a su progenitor.
Ha investigado el incesto bíblico instrumentalizando al padre.
Cuento bien escrito que invoca nuevas imágenes más allá incluso
del guión que el propio Nabokov esbozó para Stanley Kubrick (Lolita,
1962). Hay complicidad con la naturaleza y nexos con la realidad
que se cuela a través de las noticias. Marejadas es un relato
que desnuda las emociones atávicas de una madre: el nacimiento
y muerte de su hijo, comunicación indivisible entre el acto de
gestar, el propio sexo, y la posterior pérdida. Olas que vienen
y van mientras otro médico, esta vez, anuncia la muerte de la
carne de su propia carne. La pulsión surge desde el cuerpo de
la madre, no siendo necesario el contexto de tiempo ni lugar.
El Primogénito recela a su hermanita recién nacida, la aborrece
por arrebatarle el cariño de su madre. La mirada infantil sufre
ante esta mujer que ha cambiado física y mentalmente mientras
él debe simular que cuida a este nuevo ser. Hay desencanto profundo,
ya no es el rey de la casa. Ahogaría a esta intrusa para que
todo vuelva a su lugar. La falta de afecto es la protagonista,
un vacío que sus padres no supieron llenar y que lo mantiene
odiando desde pequeño. Las emociones ocultas trazan un relato
transversal en todos estos cuentos. Medio cuerpo afuera navegando
por las ventanas interpreta la voz de un hombre, años de matrimonio,
aún ama a su mujer. Echa de menos su complicidad, pero sigue
deseándola en secreto. Ella está segura de su sensualidad, juega
con el hombre, quizás Internet sea el único punto de encuentro,
anónimo, para experimentar intimidad con su esposa. El narrador
se apropia de su rol masculino, de pequeñas humillaciones para
seguir siendo parte de una vida cuya realidad se le escapa. Surge
la voz de otro niño en La necesidad de ser hijo, indeseado en
cierto modo... "Primero estaba el hombre de turno, luego la causa
política y, por último, yo"... cambios de casa, de padrastros,
todo por el Partido. Sus padres se van del país y lo dejan con
una amiga... "Fui un hijo del toque de queda". Tuvo sexo con
Lili, la hija de la mujer que lo hospedaba, y mamá regresó de
la Unión Soviética casada con el vecino. Sus padres "son un ejemplo
para los demás (de compromiso político y social), para mí, unos
egoístas". Hay resentimiento, hay bronca contra los padres que
lo abandonaron. Lili se hace un test de embarazo y la pesadilla
continúa, otro ser indeseado, una prolongación de resentimientos
quizá políticos. El contexto político de izquierda desnuda injusticias
muchas veces calladas, de algún modo también aquéllas de las
familias de desaparecidos, relatados en una dialéctica razonada
consigo mismo, un punto de vista producto del descuido de los
padres (tema abordado de diferentes maneras en varios de estos
cuentos), la voz de un niño que solo tiene fuerzas para volver
a equivocar el camino. La desazón de ser anónimos es una historia
portentosa, que destila modernidad a través de personajes solitarios
perdidos en el anonimato de las ciudades. Un hombre cede al juego
público y sensual que la publicidad instaura en nuestras mentes.
De pronto surge la tragedia (la vida se abre curso) y el simulacro
representado ya no tiene cabida, requiere sustento real para
realmente existir. Mañana saldremos en los titulares propone
un triángulo amoroso de emociones transitivas, de semejanzas
por el otro amado, una voz femenina nítida, libre de celos o
sentimientos de venganza. La voz narrativa de estos cuentos es
sumamente introspectiva y divide claramente las aguas entre lo
masculino y lo femenino. No aceptes caramelos de extraños es
sugestión, vacío, ausencia personificada por los lugares que
frecuentó su hija desaparecida en circunstancias ocultas por
una verdad que no puede asumir. La mujer busca a su hija perdida,
en cada rincón de la ciudad adivina el suceso trágico, la busca
mientras la vida se detiene y vuelca su mirada al cuarto, ya
no quiere volver a salir para intentar olvidar. La colección
continúa con un relato que despliega un lenguaje huidizo, muy
bien logrado, la confusión de una niña de doce años frente al
Tribunal de familia. No logra ver con claridad, no distingue
el bien del mal. Las señales siempre fueron confusas (perfecto
punto de vista), la niña cree que todo ha sido normal, que su
vista no es confiable, que los roles de los adultos podían cambiar
y que todo fue parte del juego. Al último, Andrea Jeftanovic
abandona su prosa certera, de frases cargadas y filosas, para
entrar en un diálogo amable con la vejez. Otro ritmo que requiere
detenerse en los objetos cotidianos, dar protagonismo a una emotividad
que se desborda tras cada palabra, Hasta que se apaguen las estrellas
y su padre descanse en el firmamento. Final perfecto para volver
a mirar la portada del libro y estar seguro de atesorar algo
valioso.
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